Diana es vigilante en el Louvre y cada día pasea por sus salas, rendida a la belleza de las obras que allí se exponen y con las que ha adquirido la costumbre de hablar y relatarles los
pormenores de una vida que se ha instalado en la rutina, muy a su pesar.
El origen del mundo es una de las obras malditas del siglo XIX. Concebida por Gustave Coubert en 1866 llevó una existencia casi clandestina durante más de un siglo, oculta por toda clase de
artificos, que solo permitieron su contemplación furtiva a un reducido grupo de escogidos. El azar la hizo correr de mano en mano en una larga cadena de propietarios que la llevaron de
Francia a Budapest, fue presa del expolio nazi y rescatada por el Ejército Rojo, que la devolvió a su legítimo dueño. Su último propietario conocido fue el psicoanalista Jacques Lacan. Tras
su muerte en 1981 el lienzo quedó en manos del estado francés, que no se atrevió a exponerlo públicamente hasta 1995, bajo condiciones especiales de protección, en una sala del Museo D’Orsay,
donde se encuentra en la actualidad.
Enigmático e inquietante, este desnudo femenino de realismo desbordante, arrastra hasta nuestros días la leyenda de ser, por méritos propios, el cuadro más escandaloso de la historia del
arte.